Tenía miedo y de cierta forma, algo me impedía quererlo en totalidad. Había una barrera marcada que me decía "DETENTE"; no quería sufrir y claro, mi cerebro estaba totalmente acostumbrado a evitar cualquier relación amorosa por autoprotección.
Pero comenzaba a extrañarlo con una fuerza como la de una tormenta: destructora, regeneradora, agobiante y deliciosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario