jueves, 17 de febrero de 2011

Losing my religion

Fue el 9 de octubre del año pasado, era sábado.

No sé si no recuerdo muy bien todo porque perdoné de corazón o porque los recuerdos dolorosos mi cerebro nunca los almacena muy bien... en cualquier caso, trato de hacer lo mejor que puedo. Y recordar, en este caso, se me hace muy agobiante.

No recuerdo muy bien la hora, pero debe haber sido más o menos al medio día; lo sé porque lo que puedo evocar perfectamente es el calor.

Había llegado con la esperanza de que todo se arreglara, aunque en el fondo sentía que algo iba a cambiar... bajé del carro y lo llamé para decirle que ya estaba en el lugar en donde quedamos encontrarnos. Esperé más o menos 5 minutos, odio esperar, pero con él ya estaba acostumbrada... por lo general, él siempre llegaba después.

Consejo para los chicos: jamás hagan esperar a una chica, es lo peor que pueden hacer.

Lo vi acercarse, mientras sus ojos me decían te odio y los míos lo miraban con la misma dulzura de siempre, no me saludó, yo sí lo hice, él se limitó a ordenarme que me sentara en una banca en donde el sol me daba de forma directa y violenta.

Me senté.

Me dijo un montón de cosas, de las cuales yo pude descifrar que él pensaba que yo lo estaba engañando con mi mejor amigo, que yo lo tomaba como si él fuera un tonto, que todo tenía un límite... le pregunté dulcemente si estaba celoso, cogí sus manos y le dije que se calmara.

Es increíble cómo mi corazón se retuerce al recordar este hecho y cómo el solo de guitarra de una canción en inglés lo golpea de forma inconsciente y me deja mirando al vacío por unos segundos.

Recuerdo perfecta y punzadamente lo que él respondió:

-¿Tú eres estúpida, no?, ¡¿Cómo crees que YO voy a estar celoso de un chibolo de 16 años?! ¡No tengo nada que envidiarle, soy mucho mejor que él! ¿Qué mierda tienes en la cabeza? Que.. ¡qué estúpida eres para creer que estoy celoso!

El aspecto patético que tengo mientras posteo y recuerdo ésto debe haber sido el mismo de aquel día y déjenme decirles que es el peor aspecto que alguien pueda llegar a tener en el mundo... recordar, en este único caso, se me hace eternamente doloroso.

Luego... tengo recuerdos que no son muy claros... a modo de autoprotección mis oídos omitieron toda esa serie de palabras que se encargaron de despedazar, de agobiar, de astillar y de demoler todo lo que yo sentía por él.

Yo oía (no escuchaba) todo con una calma y con una paciencia que no pensé tener en una situación así. Mis oídos volvieron a prestar atención cuando a él se le ocurrió darme una oferta pésima, ridícula:

-Te doy dos opciones: o te vas de aquí ahora y yo no vuelvo a molestarte nunca más, no vuelvo a hablarte y no volverás a saber de mí por el resto de tu vida; o te quedas y TE JURO joderte la vida y hacerte pagar el doble por todo lo que yo he pasado en mi puta vida, no sabes con quién te has metido... me voy a agarrar a la primera chica que pase por el camino... voy a hacer que te ARREPIENTAS de haberme conocido... voy a hacer que me odies tanto como te odio yo.

"Te odio yo... te odio yo... yo, te odio"

Me invadió una sensación que hasta el día de hoy no sé cómo llamarla, mi respiración se hizo notablemente lenta, sentí frío... ganas de llorar, ganas de correr, ganas de no irme de allí, ganas de dormir y despertar porque no era él... no podía ser él, la vista se me nublaba, pero era él... ¿sí?.. no quería admitir que era él; incluso ahora a pesar de tanto tiempo... en estos momentos siento que voy a desmayarme. Pero tengo que... tengo que seguir, TENGO QUE RECORDAR...

-Cálmate, por favor... ¿estás... estás seguro de... de todo lo que... estás diciendo?

-¡Elije!- Gritó.

-¡Te elijo a ti!, pero el que me habla ahora... no... el que me habla ahora no eres tú...

-Entonces... elijes cagarte la vida- Sentenció.

Ya no puedo recordar más, lo poco que he recordado ha sido como un golpe en una cicatriz... ya no hay herida, es cierto. Pero es una zona rara, sensible, que aún duele... a pesar de sólo de ser sólo una mancha... al tocarla, duele.

jueves, 10 de febrero de 2011

Yo te recuerdo, porque nunca te olvidé.

Habían pasado meses desde que no nos teníamos frente a frente, así que estaba nerviosa... no sabía qué iba a sentir en ese momento; pero la hora avanzaba y eran ya las 4 de la tarde.
Salí de mi casa, caminé una cuadra y tomé un taxi.

- ¿A dónde señorita?

- A Huacachina, por favor.

El trayecto se me hizo eterno, empezaba a sentir esas nauseas tan extrañas que te sacan una sonrisa y te aceleran el corazón de una manera insospechable. Respiré y traté de calmarme, pero era imposible hacer el intento de controlar todo lo que sentía en ese instante. Miraba por la ventana el paisaje y definitivamente lo vi con otros ojos, era la primera vez en tantos años que lo veía perfecto.

Pagué, bajé del carro y me dieron inesperadas ganas de correr, me dejé llevar un poco así que corrí.

Me detuve, me reí, respiré y caminé pausadamente ("como si no pasara nada").

Entonces lo identifiqué de lejos; parecía un extranjero y desde que lo conozco jamás lo había visto tan atrayente, suspiré... como hace mucho tiempo no lo hacía. Su piel estaba bronceada y contrastaba perfectamente con su cabello castaño claro, llevaba un polo blanco y un pantalón maíz oscuro, tenía la apariencia de haber recorrido todo el mundo para llegar hasta ahí.

Disfruté de ese momento con otro suspiro más, giré mi cabeza en dirección a la laguna, seguí caminando e hice como si no lo hubiese visto; sabía que era el momento para que él me mirara, sentí su mirada y le leí la mente... estaba pensando igual que yo.

Miré de frente y nuestros ojos se encontraron, sonreí y él me devolvió la sonrisa.

Me dieron ganas de correr otra vez, así que hice como si fuese a toser pero en realidad me reí. Llegué, él se paró y me saludó con un beso en la mejilla, nos sentamos en la banca que está al frente de la biblioteca.

- ¿Cómo estás? - Dijimos al mismo tiempo, sonriendo.

Nos preguntamos todo lo que no nos preguntamos en tantos meses, evitando el tema "nosotros", hablamos de cómo había sido la vida de él y como había sido la mía en esos 122 días. Fuimos por un helado, le gané en pagar mientras él seguía preguntando cuánto era; no sabíamos en dónde sentarnos así que él me preguntó:

- ¿Arriba o abajo?

Entonces los dos nos sonrojamos, nos dimos cuenta de nuestra reacción y mientras aguantaba la risa respondí:

- A-Abajo.

Nos sentamos en unas gradas que estaban frente a la laguna, estábamos rodeados de jardín, caímos en cuenta que los dos habíamos cambiado mucho, reímos y decidimos pasear en un bote que tenía techito con la condición de que él remara.

Y quedamos atrapados en medio de las plantas.

Salimos de nuestra enredadera y llegamos al centro de la laguna.

- ¿Por qué aceptaste salir conmigo?- me preguntó.

- No lo sé... -respondí, nerviosa- ¿Por qué me invitaste a salir?

- No sé, pensé que ibas a decirme que no.

- Yo también pensé eso.

Y por milésima vez nos miramos y por milésima vez sonreímos, a pesar de que con dolor algo me decía que ya  no era lo mismo.

Dejó los remos y se sentó a mi costado, nuestras manos chocaron de casualidad y mi corazón empezó a latir de forma desesperada... como de costumbre, el miedo. Me abrazó, yo quedé estática mientras una lágrima caía, él besó mi mejilla, yo respiraba agitadamente, él me arropó con sus brazos entonces volví a tener 15 años, volví a sentirme frágil y feliz... y de una manera oculta infinita y definitivamente infeliz.

Besó mi hombro y yo sonreí mientras trataba de esconder esa lagrimita.

- Eres lo mejor que pasó en la vida... y siempre... siempre te voy a estar agradecido por eso- dijo, yo me quedé callada y lo miré... no sabía cómo explicarle que él no fue la mejor de la mía.

Sacó su billetera y me dijo que tenía un pañuelo, pero sacó un regalo que definitivamente yo no me esperaba... un anillo. Había esperado exactamente un año por ese anillo, era un regalo que consistía en dos partes: la primera era un anillo en forma de corazón con algo faltante en el centro que él había decidido dármelo en mi cumpleaños del año pasado, cuando yo cumplía 16; la segunda parte era otro anillo con un diamante el cual era la parte faltante en el centro del primer anillo y tras tanto tiempo de intriga y terror por fin estaba en mi anular izquierdo. Recordé entonces que jamás le dije que yo no me quería casar con nadie, pero era y hasta este momento es así, pero preferí quedarme callada mientras él recordaba aquella promesa incumplida que hizo y sólo me quedó mirar a esos irreprochables ojos color caramelo que tienen la inexplicable capacidad de recordarme todo, pero rotundamente todo lo nuestro y de hacer que mi corazón vaya a mil latidos por minuto y que se detenga al mismo tiempo, no de amor si no quizás de miedo.

El bote llegó sin querer a la orilla y él tuvo que sentarse a remar otra vez.

- No... no quiero - dije mirándolo a los ojos.

- Yo tampoco, pero tengo que seguir remando- me contestó con dulzura, me había entendido mal, pero en el fondo quizás quería intentarlo una vez más, así que le hice caso a ese sentimiento fugaz.

- Pero he esperado 4 meses y ahora que te tengo acá, no puedo dejar que remes solo.

Él empezó a comparar ese bote con todo lo que habíamos pasado juntos, empezó hipócritamente a decir que uno de los dos podía seguir viendo cómo el otro remaba mientras que el otro tenía que remar y remar, uno de los dos podía esperar con amor mientras que el otro luchaba con el mismo ingrediente... era ridículo porque fui yo la única que había visto, remado, luchado y esperado SOLA... pero en ese momento él comprendió que lo mejor era "remar uno al lado del otro". Besé su frente, como tantas veces él lo había hecho y me senté a su lado a hacer algo que jamás en mi vida pensé hacer: remar.

Y no era fácil.

Aveces nuestras manos chocaban suavemente, pero había veces en las que también nos golpeábamos sin querer... me cansaba, y no recordaba la razón exacta por la que habíamos decidido subirnos al botecito, pero más que eso no recordaba la razón por la que habíamos decidido remar juntos.


La hora avanzaba... yo tenía que irme y francamente me moría por irme ya; ambos sabíamos que llegar a la orilla, caminar unos cuantos pasos y tomar un taxi nos regresaría al mundo al que estábamos acostumbrados a estar... un mundo en el que estaba terminantemente prohibido recordarnos el uno al otro, un mundo en el que el amor sólo existe en las películas, en los libros y que nada tienen que ver con el mundo real, un mundo en el que teníamos que hacer como si nada de esto hubiese pasado.

Y así fue.

Llegamos a la orilla, caminamos unos cuantos pasos, tomamos un taxi y yo lo abracé muy muy muy fuerte porque sé que en algún momento hice el gesto de abrazarlo con un amor inimaginable, aunque en ese momento no sentí eso; él me abrazó, me dio un beso en la mejilla y otro en el hombro. No hablamos sobre alguna fecha concreta ni tampoco de un lugar, porque sé que como siempre... volverá.

Me acompañó hasta una cuadra antes del lugar en el que iba a encontrarme con mis amigos, nos despedimos tal y como nos habíamos saludado, caminamos sin mirar atrás porque no había razón exacta para hacerlo.

Al día siguiente desperté asustada, porque había tenido tantas pesadillas muchas veces con él que no me sorprendería si todo lo que hubiese pasado era sólo eso... un sueño. No había ninguna prueba concreta que me haga saber que todo había sido real, no... sí había una prueba y mi anular izquierdo la tenía, la tiene y sé que no la tendrá por mucho tiempo.

martes, 1 de febrero de 2011

You said... we one day...

El tiempo pasa incluso aunque parezca imposible,
incluso a pesar de que cada movimiento de la manecilla del reloj
duela como el latido de la sangre al palpitar detrás de un cardenal.
El tiempo transcurre de forma desigual,
con saltos extraños y treguas insoportables,
pero de pasar, pasa.
Incluso para mí.


-Stephenie Meyer



Pasaron meses... ¿cuántos? no sé, no porque no los sepa... sino porque no los quiero contar. Había tenido un lindo día, tranquilo y movido a comparación de otros; llegué a casa y entonces todo pasó de manera rápida.
Papá me preguntó dónde estaba, yo le dije la verdad y le recalqué que ya había llamado para contarle que demoraría; él había entendido mal el mensaje, llamamos a mamá y como la cadena se había pasado tuve que explicar todo otra vez. A mi mamá siempre le da el mal presagio de que nos hemos escapado juntos, no sé si es por costumbre o quizás instinto maternal, de cualquier manera... se equivocó y si lo ha pensado los últimos meses, nosotros sabemos que se equivoca mil veces más.
Prendí la computadora tratando de buscar algo que me mantuviese viva y me saque de esa sensación tan dañina que se siente cuando te recuerdan sin razón... como si todos se pusieran de acuerdo en recordarte, como si quisieras hacerme daño otra vez, nunca te vas.
Veo las notificaciones en el Face, apareces otra vez pero te ignoro, hoy no quiero que me ataques... hoy estoy frágil. Empiezo a clickear likes y me aburro, veo tu perfil... quiero regresar al mío pero algo me gana y veo tus fotos; un álbum me llama la atención, entonces no sé por qué pero empiezo a sentir frío, me pongo la pijama y regreso a la compu.
Abro el álbum, paso, paso y paso las fotos y dos llaman infinitamente mi atención.
La primera es de nosotros con tus amigos, todos felices, yo salgo fea pero salgo sonriendo, tú sales peor que yo, sales con cara de viejo y con la lengua afuera... horribles los dos... pero aparentemente felices también.
La segunda es tuya y de otra chica más; y todo empieza aquí...
Mis huesos se ponen de lana, siento como si la chica que abrazas fuese yo, siento que ya no puedo con esto más. Me paro de la silla con dificultad, me agarro de las paredes para no caerme, respiro rápido, quiero correr, caigo al suelo, me paro y sigo caminando, llego a mi cama, abrazo mi almohada, miro mi pared, trato de borrar algunas cosas con mis dedos pero no puedo, tomo mis notas, tiemblo, necesito escribir.
Me quedo mirando al vacío y siento que me abrazas... entonces no quiero, te empujo aunque sé que no estás aquí y no quiero.
Pero pasa.
Regreso a la compu con mis notas, abro el playlist y pasa... trato de que no pase, miro de un lado para otro pero parece que eso empeora aún más las cosas, me rindo y lloro.
Y lo que viene a continuación me lo sé de memoria porque ahí es en donde está... aparece todo otra vez... lo bueno y lo malo, el comienzo y el final, la verdad y la mentira, la seguridad y el ataque.
Pero el tiempo corre al igual que mi playlist, incluso para mí.